Escrito por: Esleyzer Poot Antonio
Una noche, Samu observó desde su ventana, una estela de luz
que caía desde el cielo, la velocidad de la luz aumentaba cada vez más y más
por lo que Samu sentía miedo y al mismo tiempo curiosidad. La luz aterrizó en
un terreno abandonado a pocos metros de su casa, así es que se armó de valor y
fue a investigar el origen de aquella luz tan grande y luminosa.
Encontró un gran cráter en el
lugar del choque y justamente en el centro había algo en forma de disco, que
sin duda era un platillo volador o una nave extraterrestre. La puerta de ésta
comenzó a abrirse y el chico no tuvo tiempo ni de correr, cuando de ella salió
una criatura de lo más extraña. Era de un color jade oscuro con orejas enormes
que llegaban hasta el piso, media aproximadamente 60 centímetros y tenía la
piel arrugada, Samu se las arregló para reprimir un grito cuando la criatura
comenzó a hablar.
– Hola, me llamo Stalisky, soy de
un planeta muy lejano, mi nave se estropeo, por lo que no pude completar mi
viaje a Venus y caí en este planeta.
– Yo soy Samu– dijo el chico
estrechándole la mano – ¿cómo es que sabes hablar nuestro idioma?
– Nuestra raza ha aprendido las
culturas e idiomas de los 25 planetas habitables que hemos encontrado por el
espacio. Te agradecería mucho que me ayudaras a reparar mi nave, ya que nuestra
tecnología para corregir errores no funciona en el planeta tierra.
Samu aceptó encantado, por varias
semanas fue hasta el lugar en donde estaba la nave a ayudar en la reparación.
Él y Stalisky se convirtieron en muy buenos amigos, y compartieron
conocimientos mutuamente. Samu aprendió que no se debe juzgar a nadie ni nada
por su apariencia ni por su raza, sino que debemos ayudar a todos en lo que
podamos.
Cuando llegó la hora de partir,
se despidieron con un abrazo y unas bellas palabras, Samu no pudo evitar que
las lagrimas corrieran por su rostro al mismo tiempo que la nave de Staisky
tomaba altura y se alejaba cada vez más de la tierra.
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